“EL TAXISTA Y LA MONJITA
SIN PLATA”.
Julio Romero Jarrín.
No
sé si te acuerdas de ese accidente aéreo de SAN, que hubo hace años aquí en
Cuenca, ¡en Ricaurte!
-Sí,
le conteste.
-Pues,
no has de creer, lo que me contó un taxista. Y decía que eso, le había pasado a
él.
Me
contaba:
-¡No
sé por qué!, lo que ¡nunca!, se me ocurrió, ese día, ir y parar con mi taxi en
el aeropuerto. No sé, ¡cómo maldita la cosa!, estacioné mi taxi ahí, para ver
un por si acaso alguien me hacía una carrerita.
Esperando
estaba.
Los
pasajeros bajaron. Cuando por la puerta principal, salió una monjita y se
acercó a la puerta derecha de mi taxi, pidiéndole que le haga una carrerita.
Acá,
a las monjas de los Corazones. Por el Corazón de María, porque de por ahí
dizque era esa monjita.
Entonces,
se sube al taxi, y conversa y conversa, iba el chofer con la monja.
Cuando
llegaron a la puerta del convento, la monja se baja y le dice al chofer:
-¡Oiga
señor! No tengo ni medio suelto, espéreme un ratito que ya salgo trayéndole la
plata. Si quiere, para que no desconfíe de mí, ahí le dejo en prenda mi maleta.
¡Ya salgo!
Y
entró al convento. Yo que voy a desconfiar de una monjita pues, decía él.
-Bueno,
dizque dice el chofer y se queda esperándole.
Además,
¿cómo iba a desconfiar de una monjita, pues? ¡Di vos también!
Lo
cierto es que él se quedó espera y espera. ¿Ya vendrá la monjita? ¿Ya vendrá la
monjita? ¡Nada!
Pasó
diez minutos. ¡Un cuarto de hora! ¡Veinte minutos! ¡Una hora!... ¡Dos horas!...
¡Tres horas! Y… ¡nada!
Entonces
el taxista, al ver que no mismo sale la monjita, cansado de esperar, dizque se
acerca a la puerta, principal, por donde entró la monja. Ahí dizque estaba la
monjita portera. ¡Cómo siempre! Y le
dice:
-Buenos
días, madrecita. ¿No sabe a qué hora saldrá la madrecita que hace ya cerca de
tres horas entró aquí?, ¿para qué me pague la carrerita que me hizo? Aquí le
estoy esperando. Me hizo una carrera del aeropuerto y me dijo que no tenía ni medio. Diciéndome espéreme,
¡espéreme, que ya salgo, que ya salgo!, entro aquí. Y me dejó esperándole. Aquí
entró diciéndome que ¡ya sale con el dinero!
Y
la monjita portera dizque le dice:
-¡Señor!,
usted está equivocado. Usted debe estar confundido. ¡Aquí, no ha entrado
ninguna madrecita! Yo me he pasado todo el tiempo cuidando la puerta y no ha
entrado nadie, ni tampoco he abierto la puerta a ninguna madrecita.
-Madrecita,
perdóneme, dizque le dijo el taxista, pero yo estoy aquí, con mi taxi
estacionado, esperándole. ¡Aquí, afuera! No le digo que le hice una carrera
desde el aeropuerto y entró aquí hace ¡más de dos horas, diciéndome que ya sale
porque no tenía dinero!
-¡No
puede ser Señor!, le insistía la monjita portera. Yo estoy aquí, toda la mañana
cuidando la puerta y no ha entrado ninguna madrecita aquí.
-
Vea madrecita, ¡yo, no estoy loco! ¡Yo, le hice la carrera y aquí entró! Y para
más señas, me dejó ¡un maletín en prenda!
Y
como seguía insistiendo el taxista, la monjita portera fue a comunicarle de
esta novedad, a la monja superiora.
-¡Cómo
era la monjita?, le decían.
Y él le describía. Como no sabían de qué monja se trataba, le trajeron
un álbum de fotos para ver si ahí la identificaba.
Fojiando,
fojiando, estaba, cuando en una de esas, dizque dice:
-¡Esta
es! ¡Esta es la monjita que me hizo la carrera!
-¡No
puede ser, señor!, dizque le dijeron.
-Sí,
¡Esta es!, ¡ésta es!
-No
puede ser, ¡Señor!, le dijo la madre superiora, esta madrecita está muerta. ¡Años
que no está entre nosotras! Ella, lamentablemente falleció en el accidente aviatorio; en ese accidente
aviatorio que hubo hace tiempos, acá, en Ricaurte.
Y
como el taxista insistía que vino con ella; hasta les contó lo que había
conversado con la monjita, y del maletín que le dejó en prenda en el taxi, las
monjitas se fueron a ver. En verdad, ahí en el taxi estaba el maletín tal cual
había dejado la monja.
-¡Ele!
¡Vean! ¡Aquí está el maletín!, ¿No ven?, no les miento, dizque dijo el taxista.
Cogen…
Abren… y… ¡El maletín, lleno de huesos y cenizas había estado!
Decían
que la monjita estaba recogiendo los pasos, ¡No sé! Pero, ¡eso había pasado con
un amigo taxista, aquí en Cuenca!
(Tomado de: Comunicación Activa 1)